19 diciembre 2006

Tiempos Pasados...

-Me hubiera gustado conocerte antes.

-¿Antes de qué?- me dijo mientras servía unas copas.

Las fotografías, en la mayor parte de las ocasiones, me resultan antipáticas. No por otro motivo en especial como por el recuerdo que llevan ancladas.
Y a mí me gusta recordar solo en momentos puntuales.

-Antes, Doctor.

Me acercó la copa. Se sentó a mi lado y miró conmigo la fotografía que había tomado prestada de uno de sus estantes.
La recogió, la sopesó y se puso en pie.

-Tiempos pasados no fueron mejores que estos. Ni siquiera iguales.

-Ya…

-El espacio-tiempo, que tiene estos caprichos Tacones. Además, ¿es que no te gusta este Doctor que tienes ahora entre manos?

-Sí, claro que me gusta.

Y me recosté en su diván desnuda.

Dejé la fotografía en el suelo. Apoyé la copa en mi vientre. Cerré los ojos: desvelaba a veinteañero tras unas gafas de sol tamaño telefunken con un gesto de afanado esmero mientras escribe algo…
De fondo, un mar que engulle el resto.
A su derecha, una taza de café medio llena o medio vacía, vete tú a saber.
Un cigarro consumiéndose y alguien del otro lado fotografiándolo. Una mujer. Una mujer de las muchas que le habrán gozado. A las que le habrá dado un placer similar al que a mí me da. Con otra intensidad… Más o menos… En las mismas posturas o en diferentes.

Daba igual. Esa es la parte del pasado que menos me importaba. O por lo menos hasta ese momento de mínimo nirvana ensimismada en mis pensamientos.

-¿En qué piensas Tacones?

-En que me hubiera gustado conocerte antes.

Conectó la canción adecuada y se marcó unos pasos improvisados en el centro del salón.

-¿Cuándo?- tarareó al ritmo de la música.

-Cuando no teníamos pasado. Ni presente. Ni un destino que nos marcara en el tiempo. Cuando la vida pasaba como un trazo por nosotros y le hablábamos de tú.

-Baila conmigo, Tacones…

Y me levantó despacio y bailamos.

Siempre he preferido bailar desnuda que vestida. Tocar sin impedimento el cuerpo del acompañante. Percibir el vello erizado o las contracciones de los músculos.

Luego está el olor que desprenden los cuerpos en esa forma. Inigualable a otro conocido. Es tan cercano el perfume de la pareja que se hace irresistible… Y en ese momento lo era…

Le mordí en el cuello con una suave presión. Él correspondió agarrando con sus dientes el labio inferior.

Terminó la canción en ese momento, cuando ya estábamos tan excitados que notaba su sexo erecto cercano al mío.
Qué mejor que, de cuclillas, besarlo en ese instante en el que el resto de la estancia estaba de más.

La perspectiva del hombre en esa postura es interesante: cualquiera de ellos parece mucho más varón si es observado desde abajo.

Su respuesta, inequívoca: bajar los ojos hasta encontrarse con los míos que se alzaban y sonreír maliciosamente.

Trabajé despacio. Con todo el tiempo del mundo.

La felación requiere su técnica, así que, mientras la practico no me gusta que me molesten, ni que me interrumpan o que se afanen con excitarme a la vez, porque la excitación llega sola simplemente haciéndolo… Prefiero que me enciendan un pitillo, fumarlo lentamente para darle más juego al juego, lamer su pierna desde el tobillo, parar de rodillas un segundo para mirarle…

No podía ser de otro modo: al tiempo, la pretensión de una penetración oral por su parte. Accedí aún a pesar de lo incómodo de llevarla a cabo totalmente por la postura en la que me encontraba.

Qué placer.

Eyaculó haciendo diana. Como todo un experto. Lo agradecí.

-Tacones…

-Sí, dime- le respondí mientras recogía mi pelo en una coleta y me sentaba a fumar en una silla junto a un cerro de papeles que sin duda serían diagnósticos de patologías cotidianas…

-Antes no era tan pasado como soy ahora.

-Qué placer…

-¿Otra copa?

-Otra, por favor…

Me levanté y coloqué la fotografía en su sitio pensando que qué coño, que tiempos pasados no fueron mejores y que si el diablo es conocido por algo es por viejo, y no por diablo.