Mi compañera de trabajo es de esas personas a las que deberían hacerlas fijas anunciando cualquier cosa en televisión. Lo tiene bien fácil: siempre sonríe, pase lo que pase, ya se caiga el edificio de enfrente, arda nuestra planta, impacte un meteorito en su mesa o el jefe vuelva a acariciarle la nuca y a indicarle que vaya a su despacho, ella siempre sonríe. Y no sé por qué narices lo hace, porque motivos no tiene últimamente para ello: su último novio la dejó por una fulana diez años más joven, su hijo no le hace ni puto caso desde que descubrió su otro yo en msn, sus amigas están a base de diacepam pasando las horas muertas en sus casas y, para colmo de sus males, su trabajo depende de lo bien o lo mal que le salga su felación matutina al jefe.
Pero ella sonríe, siempre sonríe.
Y además, tiene un sentido del humor que para mí quisiera después de muchos de mis orgasmos.
Carmen es de esas personas que el destino te pone al lado para verle el chiste a la vida, y es que, no hay cosa surrealista que no le pase a ella:
- Ay, Tacones, si vieras lo que me pasó ayer.
Y no sabría decir qué le ocurrió, pero que trasnochó y que se bebió hasta el agua de los floreros lo expresaba a gritos ese maquillaje como de barbie en manos de una niña.
-Ay niña, Tacones, ven que te cuente. ¿Nos fumamos un pitillo?
Aún a pesar del frío, de la lluvia, y de la primavera de las narices que me pone de los nervios, la acompañé a la calle…
-Anoche salí, Tacones…
-Ya, tienes unas ojeras que lo confirman, Carmen.
-Pues nada nena, que me fui de copas con María, ¿sabes quién te digo?
Y aunque no tenía ni idea de quién era María, le dije que sí, en caso contrario, hubiera seguido su conversación ineludiblemente de un: “sí, joder, la novia del que era amigo de mi ex, esa tan mona que se alió conmigo cuando…” o algo por el estilo.
-Ya, ya, María…
-Tacones, qué noche más absurda. Qué mierda pillé, a mis años, qué vergüenza. Como si ahora tuviera 25, por Dios, si creo que hasta le tiré los tejos a la camarera del "22".
- Hombre, Carmen, la camarera tiene su aquel…
- Calla, calla…
(Como si la jodida me dejara hablar)
- El caso es que llegué a casa sobre las cinco de la madrugada, imagínate, borracha como una perra, casi a cuatro patas. Total niña, que llego a mi cuarto, enciendo la luz de la lamparita. Y me voy al baño.
Pensé, “Tacones, vete a por un cartón de tabaco que las historias de Carmen se sabe cuando empiezan, pero no cuando acaban”
-Pues eso, que me voy al baño y me bajo el pantalón para mear… Ay, Coño!!! No tenía bragas!!! Como te cuento Tacones. Total, me subí el pantalón y me fui al dormitorio otra vez.
Para haceros una idea de cómo es Carmen, no tienen ustedes nada más que ponerle la cara de “La Charo”, el nuevo fichaje de “7 vidas”, ni adrede las dos podrían parecerse tanto.
-Jajajajja joder Carmen
-No te rías, llego al dormitorio, tú sabes que yo en mi techo tengo estrellitas de estas tan monas que lucen en la oscuridad…
-Sí, lo sé… (Como para no acordarme del montaje en plan Planetario que tenía Carmen en el techo de sus aposentos)
-Pues me encomendé a ellas: despacito miré al techo, desabroché el pantalón, me lo bajé deprisa y me miré… Nada, allí estaba mi chocho pelón al descubierto… Me lo volví a subir, me lo volví a bajar… Ni rastro de las bragas, Tacones.
Ya podía yo imaginarme a Carmen mirando deprisa sus partes bajas y subiendo y bajando el vaquero en un intento de que, como por arte de magia, aparecieran las bragas.
-Pues nada nena, que llamé a María y le pregunté que si me había liado a algún varón aquella noche, que digo yo que me hubiera acordado, pero hija, no sabes lo mal que me siente la bebida a partir de la quinta copa, y nunca se sabe, que hay hombres que te la meten y ni coscarte… Yo a María no le dije nada de lo de mis bragas, qué pudor Tacones… María coge el teléfono, y me dice que no me he acostado con ningún tipo, por lo menos que ella recuerde, hija, y voy a colgarle el móvil y me suelta: “Oye, Carmen, y que las bragas las tienes en el 22, córtate un poco guapa, porque la camarera dice que otra declaración de amor como la que tuviste con ella anoche y nos prohíbe la entrada”
Exploté de risa, pero con una carcajada como hacía tiempo no soltaba…
-Tacones coño, no te rías que aún se me ponen los pelos como escarpias… ¿En qué estaría yo pensando para quitarme las bragas y dárselas a puñetera camarera?
Sin parar de reír, comprendí por qué Carmen siempre tiene esa sonrisa en su cara, por qué la vida es un chiste y, por qué para el jefe es tan sencillamente fácil tener sexo con ella.
Carmen, Carmen, que sería de mis cigarrillos laborales sin tus historias…