01 diciembre 2005


De hoy no pasa. Si señor. No vuelvo a follar con las botas de tacón. Ya se puede poner Ismael como quiera. Ya puede invocar a todos los santos o hacerme la danza de la lluvia asomado al balcón, que no. Que ya está bien de sus chorradas fetichistas y de hacermelas pasar canutas, dicho sea de paso, cuando intento voltearme para que me penetre por atrás.
Lo que no tengo decidido del todo es si colgar las botas, que suena muy artístico, dicho sea de paso, o bien colgarle a él del primer pino navideño que vea.
El pobre... Y el caso es que ya le tengo cariño.
De todos mis amantes, Ismael fue el que inauguró este gusto mío por coleccionar hombres casados. Y eso, no pasa todos los días.
Pero cualquier mujer en su sano juicio, se negaría a compartir sexo con alguien que desea verte desnuda y con unas botas de pierna entera que llegan a rozar las ingles.
Al principio tenía su gracia, no digo yo que no, pero todos los miércoles la misma historia llega a hartarme. Y al prenda, oye, que no se le levanta si no me ve aparecer por el salón en perlas y subida a esos pedestales inestables de cuero negro.
Tengo que hablar con él: o bien cambia su gusto y me deja vestir botines, o me da la sensación de que, para la próxima Navidad, va a tener que ponérselas al puñetero Papa Noel que cuelga del balcón de su maravillosa unifamiliar recién estrenada.

1 comentario:

el_irlandés dijo...

Así que aquí comenzó todo. Con unas botas que rozaban la ingle. Quién las hubiera visto.