03 junio 2006

Albert, Parte Tercera: Chin-Chin

Vale, lo sé. Coño. Lo sé.

Sé que debería seguir con esta historia como la tenía trazada: relatar por partes el descubrimiento de Albert y lo que actualmente supone este hombre en mi existencia.
Terminar de narrar cómo después de pagar aquellas cañas, paseamos durante horas por una Granada que no reconocía con él al lado.
Cómo mi agenda de hombres casados, ha pasado a un segundo plano sin más explicación que un presente que me absorbe en una espiral de la que, entreveo, no hay retorno.
Cómo José Luís está instalado en mi vida y yo en la suya. Cómo sobrevivimos sin más motivación que el aquí y el ahora.
Y, por supuesto, cómo Albert se ha transformado en mi amante perfecto.

No se molesten si he saltado hasta la sobremesa casi...
Tampoco la vida me permite las licencias que le solicito, ni el tiempo se detiene por mí. Ni el trabajo me permite vacaciones antes de Agosto.

Pero, todo debe continuar…. … .

“-Le diré que me he entretenido mirando Tacones”

Pagamos las cañas…

-¿Le apetece pasear, Tacones?
-Claro…

Encaminamos la Carrera del Darro hacia no sabíamos bien dónde, tal vez para poder llegar hasta el Rabo de Nube y allí contemplar una Alhambra solitaria vestida de domingo…
Él, las manos en los bolsillos, el periódico debajo del brazo…
Yo, asida al bolso como si éste fuese mi último refugio.
Estaba nerviosa… Tanto como una adolescente en su primera cita.

Había algo en Albert que me atraía: le miraba mientras él silbaba una tonada improvisada… “¿Qué tiene este tipo, Tacones?” De arriba a abajo, de abajo a arriba: ¿qué me hacía estar pegada a un desconocido sin la necesidad de anotarle como candidato perfecto para mis noches de martes y jueves, sin preámbulos ni historias, ni motivos, como lo había hecho siempre con el resto de hombres?

-Sabe Tacones, me gusta estar con usted…
-A mí también…
-¿Tiene pareja, Tacones?
- Tratándose de usted, no.
- No es algo importante, Tacones. Era sólo para confirmar la necesariedad de que yo tuviera.

Desde ese momento supimos que la partida había empezado: que teníamos todas las piezas sobre el tablero y que, incluso, éramos capaces de intuir los movimientos que acontecerían.

Puso un brazo sobre mi hombro y seguimos paseando. En silencio. Sin interrumpirnos, sin entorpecer la trama monumental que nuestras cabezas estaban perpetrando sobre nosotros: sobre lo que arrastrábamos, sobre nuestros presentes, nuestros futuros…

-¿Hacemos aquí la primera parada de nuestro particular vía crucis?

Albert paró en el Rabo de Nube.

-Por supuesto, repongamos fuerzas.

Ya lo tenía, ya sabía qué tenía Albert que no había intuido en el resto de hombres: al observar como me miraba de soslayo, como me encendió el pitillo que me iba a fumar, se sentó, dejó el periódico apoyado en la mesa, y pidió decidido dos cañas, sin dejar de acariciar mis piernas debajo de la mesa, sentí qué Albert me atraía por ser un tipo jodidamente corriente… Sin más, Albert era Albert. Y no tenía nada que ocultar porque lo dejaba todo a la vista.

En ninguno de los hombres que he tenido había observado la naturalidad con la que se estaba desenvolviendo Albert, que llegaba a comportarse de una manera puramente ingenua en el sentido más filosófico de la palabra.
Planeaba sobre mi cabeza la posibilidad de que, hasta aquella noche, a ninguno de los hombres que habían sido mis amantes, les di la oportunidad de ser ellos mismos; Porque en definitiva, no me interesaba, ni me convenía, ni ellos necesitaron otra cosa que hacer de nuestras vidas un lugar divertido para ambos.

Sólo Jose Luís, que me conoció antes de iniciar mi carrera de "solitaria debidamente comprometida a diario", se dignaba a comportarse tal cual era. Pero de él era esperable, entendible, inevitable.
En Albert fluía... Era él desde que me espetó que aquél era su sitio y su tabaco y su periódico y su...

Sabía que con Albert ya no decidiría el día, cómo, cuándo y dónde. Ahora sería yo quien me dejaría hacer. Y con mucho gusto.

-Me gustan tus zapatos, Tacones…
-Te los regalo… Tengo la sensación de que contigo me va a gustar ir descalza…

No había nada más que mascar, había caído como una niña en las redes de un cupido estúpido que amenazaba con asetearme a doble tiro de flecha…

Y sí, ¿qué pasa?

Me gusta Albert, le disfruto, me disfruta...

Aún a pesar de su mujer...

Aún a pesar de Jose Luis...

Aún a pesar, no se olviden, de que Tacones no es mujer de un solo hombre... .. .

10 comentarios:

pilar dijo...

UFFF, qué mono tenía de la historia de Albert. Y se ve que la historia da de si...
No nos hagas esperar tanto, por favor.

Un beso

LOLITA LOP dijo...

ay Tacones hija ... me tenías asustada .. pensé que te tenía secuestrada la vecina que fué a tu casa a tomar un cafelillo ... en fín, me alegro de leerte de nuevo y sigo con la intriga de este hombre corriente que ha hecho que nos dejes un poco abandonados...


besos niña

Unknown dijo...

Jamás imaginé que Tacones se dejará saetear por Cupido. Quizás le ha llegado el momento de plantearse su apretada agenda y dejarla que sus días pasen sin citas previstas. Citando a una conocida película: "Esto parece el comienzo de una buena amistad". Y añado: "o algo más".

Un beso sonoro para despertarla de su letargo blogero.

g. dijo...

Después de leer lo que dices, miro con preocupación mis menorquinas y me pregunto qué dirán de mí mis pequeñas....

Juan Muriel dijo...

y a mi que albert sigue sin caerme bien...

Anónimo dijo...

Danos más, que esto sabe a poco.
Que no sabe a nada..que sabe a todo

Serán historias paralelas las de Vansi y Tacones?

Mar dijo...

y a mi que este hombre me da miedo... tiene pinta de psicópata (y yo tengo mucha imaginación sí).
Me alegro mucho de leerte otra vez, yo creo que tanta ausencia es lo que me ha provocado estos temores por Albert jejejeje.
Besosss

el_irlandés dijo...

Esto da esperanzas. En algún momento nos tenía que tocar a los cochinamente normales. Habrá que seguir jugando.

yosola dijo...

Porfin la tercera parte tan esperada..

estoy con el dr.strangelove.. esto parece el inicio de algo.. disfruta todo lo que puedas.

Un besazo

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