A continuación del hall, las escaleras.
Ya en la habitación me senté en la cama y le miré. Él de pie hizo lo mismo.
Estuvimos un rato así. Observando como se iba devorando el tiempo que restaba para nuestra nueva huída. Esperando otra vía de escape, otra excusa para no volver a vernos durante otra larga temporada.
Estaba decidida a olvidarle cuando terminara aquella noche, superando el miedo y creyendo de veras que lo que hacía sería lo correcto. Que lo justo era volver con Albert, con mi vida y dejar que el hombre que había irrumpido en mi vida tras quince años, volviera a la suya, con sus prisas, sus trabajos, sus estudios de erudito y su Facultad.
Porque, estamos predestinados a no estar juntos. Porque lo nuestro, de todas, todas, es imposible.
Se sentó a mi lado.
Miré su pelo moreno con detenimiento y me pareció que jamás, ni de jóvenes, lo había tenido así de bello.
No había perdido la frescura con los años. Todo lo contrario: las arrugas al borde de sus ojos daban a su expresión un punto de dulzura extra.
Me sentí más joven que nunca, como si el tiempo se hubiera detenido y nos devolviera a aquellas noches verano de hace quince años.
Volvió su vista a mi vestido de gasa blanco, tan parecido a aquel que quedó en el suelo nuestra primera noche. Y se despertaba mi deseo al observar en sus ojos el interés, como si fuéramos dos desconocidos, como si nunca hubiéramos compartido cama.
Agachándose tomó uno de mis tobillos.
Subió por mi pierna izquierda hasta la rodilla.
Desabroché dos botones que dejaron ver mi pecho desnudo.
Se arrodillo delante, como si de pronto quisiera pedirme en matrimonio y tomó mis rodillas entre sus manos cerrando mis piernas.
Apresé el aroma a canela que desprendía su cuerpo y Albert apareció como un espectro en mi memoria, como un espía de mi infidelidad premeditada.
Me acarició el pelo.
Me empujó suavemente hacia delante y besó mis muslos.
Los abrió y lamió su interior.
Reposé mis piernas en sus hombros.
Vio mis bragas blancas, como subían hasta el ombligo. Entonces comenzó a ponérsele dura. Muy dura. Salía casi por la bragueta. Aquella visión le seguía poniendo tan caliente como antes.
Me alegré de comprobar en sus ojos una mirada lasciva de complacencia.
Me apoyé sobre mis antebrazos en la cama mirándole desde una perspectiva casi imposible.
Besó mis bragas.
Mordió sobre ellas con el cuidado de retener entre sus dientes mi clítoris.
Di un grito pequeño muestra de alivio.
Levantó mis nalgas leves.
Apartó lo justo las bragas para que se quedaran en medio de mi coño, dejando al descubierto uno de sus labios hinchados por el deseo.
Mordisqueo y babeo a destajo, sin tregua.
Se enroscó en mi ombligo.
Se puso en pie.
Desabrochó su pantalón que amenazaba con estallar.
Se lo quitó.
Se deshizo del slip dejando el sexo al descubierto.
Uno a uno desabroché el resto de botones que fruncían el vestido a mi cuerpo.
Me quedé desnuda sentada en la cama, con las bragas blancas y sin los zapatos de tacón alto.
Me apoyé sobre mis rodillas.
Él se puso de pie en la cama y me observó desde arriba: cómo cogí su sexo y le besé en el glande.
Luego me puse a cuatro patas y lamí su sexo con ansia, recorriendo con la punta de la lengua desde los tobillos hasta el punto que separa el ano de los genitales.
Qué bueno ese olor a sexo entremezclado con el de nuestro deseo.
Me la metí entera en la boca, sin dilación, apretando contra mi cara su cuerpo. Queriendo arrancar su miembro haciendo degluciones.
Me separé con la misma gana.
Se sentó junto a mí, jugando con mis pechos, besando mi sexo.
Me dio la vuelta y le miré de reojo con una media sonrisa de aprobación. Como si a estas alturas de nuestro reencuentro hicieran falta licencias de algún tipo.
Se dejó caer sobre mí, sentí su peso y refunfuñé de gusto.
Metió su pene entre mis nalgas apresándolo entre ellas y su mano se escurrió hasta mi sexo frotándolo fuerte.
Húmedos los dos, ansiados de estar dentro el uno del otro, enredados en un solo cuerpo, abrió mi culo y se metió despacio.
Él sabe que estoy diseñada para el sexo y me retorcí, me encogí, me dilaté, moviéndome a un ritmo pausado para que pudiera entrar hasta el fondo.
Una vez así me incorporé hasta quedar mis pechos más a su mano para que pudiera disponer de ellos a su gusto.
-Fóllame- le dije.
Y nos follamos hasta quedar exhaustos, hasta dejar dentro de mí la última gota de su aliento.
Hasta caer yo con mi melena melena morena sobre la sábana blanca.
Hasta saber que, a partir de ese día, ni él ni yo seríamos los mismos.
23 comentarios:
A ver que hago yo a estas horas, así y aquí solita...jajajaja ¡Estupendo!!
besos
Vamos a ver:....ejem, disculpa estaba notando algo que subía... ejem... eso de que estás diseñada para el sexo... ¿no será en serio? ¿no serás una extraterrestre analizando humanos?... mira no sé...creo que como el destino quiera que te encuentre, la explosión volcánica que se puede producir va a ser sonada... mira, disculpa, voy a seguir tocándome un rato porque estoy como una moto.
P.D.: pásame una tarjeta del hotel amor porque esos lugares me ponen.
Besos babeantes.
uuuuuuuuuuhhhffffffhhhhhhhhhhhhhhhh
qué manera de describir el momento.He oido, olido y visto la escena. Y querído estar ahí, en tu lugar. Con ese hombre que huele a canela.
besos, tacones
La virgen. No sé ni qué ostias poner. Me parece que no me queda sangre para pensar.
Ups
yo ya no soy la misma tampoco... soy una charca de agua en ebullición
Gracias, hija, por animarme la mañana, besoooosss
Me interesa tu blog... Te invito al mío. (Prometo seguirte)
Publicidad muy sutil, la del señor L.
Yo no he leído absolutamente nada, por lo que no tengo derecho a juzgar. (Casi)Nunca leo blogs ajenos, pero acostumbro a comentar cosas si alguien ha hecho lo propio en el mío. Esto tiene cierto riesgo, claro, pues me toca inmiscuirme en diálogos ajenos sin haber leído una letra del centro de la conversación.
Y sin embargo, fíjese!!! Ya llevo un párrafo entero. ¿A que no es tan difícil?
Guest House Paradysse: vistas magníficas.
Hola, Ms High Heels. Es la sexta vez que leo lo de arriba y la sangre sigue huyendo de la cabeza. Que vivan los hoteles. Si aún la caigo simpático:
el.irlandes@hotmail.com
Un saludo, y un beso.
¡Buenooo...!.
Yo venía a decirle que me ha ganado su nobleza, a ofrecerle mi mano y a entregarle un beso.
Me siento como un pingüino en el zoo de Zanzibar.
Quizá lo merezca.
Quiero llegar a ser tu amigo.
si ya lo digo yo que mientras sigamos follando con estas ganas no nos vamos a morir nunca ...
eres mi ídola Tacones....
besos humedos
Donde te has metido?? Porfa sal de debajo de las sábanas.
besos
Así no se puede, no señora. Que da envidia. Por poder vivir escenas así es por lo que uno sigue intentándolo. Y fallando.
Y parece que lo de la sangre mal distribuida por la anatomía es una característica común a los menosmola.
We keep waiting. Whenever. You´re worth it.
me encantan estos tacones!
Si es que nunca somos los mismos, cada vez somos otros, siempre cambiantes, por eso es divertido...
m
.
.
.
hu
saludos
¿Se acabaron los taconazos?
Si os gustan los hoteles pasaros por:
www.porterodenoche.blogspot.com
Gracias mil.
Me gustan los hoteles casi tanto como me dan asco. Todo parece nuevo, precintado, listo para que lo uses tú. Igual que un preservativo. Pero en el fondo ya se han vivido muchas historias en esa habitación, muchos polvos en esa cama, salvajes, cariñosos, de reconciliación o de despedida. Ya se ha espiado otras veces desde la ventana, siempre detrás de la cortina. Incluso alguna vez ya se ha roto ese espejo en el que te miras. Sin embargo todo parece nuevo, listo para tí. Como un prservativo...
Me gusta tu puesta en escena Tacones. Me convertiré en asiduo a este blog.
Yo estoy inaugurando el mio...
http://hielopicado.blogspot.com/
Taconazos, por favor.
Coño, sí que se está haciendo de rogar.
Si me permites... yo también te follaría, como si fueras mi gata más lasciva y tierna...rompiendo antes tus bragas blancas.
Publicar un comentario