Llegué puntual.
Abrió la puerta con su aire de estar instalado en otro planeta. Una sonrisa sincera me acogió.
-Buenas tardes, Tacones.
-Doctor…
-Pase, pase… No se quede ahí. Está usted en su consulta.
-Ya… Gracias…
Esta vez la situación se desenvolvía sosegadamente; la sesión anterior permitiría una tregua en esta. O por lo menos yo lo esperaba así.
No debía sucumbir a pesar de escuchar de fondo, apenas audible, a un Tom Waits que musitaba su borrachera en solitario. Era necesario poner en marcha el proceso catalizador, pasar a una catarsis sin resortes.
-Bien, usted dirá.
-Claro, supongo que me toca a mí hablar…
-¿Qué le trae a mí consulta?
-Tengo un problema.
-Tiene usted un problema… Creo que yo también: ¿le importa que me tome un güisqui?
-No, le ayudará. A mí también. Dos hielos, por favor.
Algo de bebida siempre viene bien.
Se sentó sobre un taburete junto a mí, que yacía cuan bella durmiente del siglo XXI en el diván.
-Ese problema, ¿es grave? ¿Cree usted que tiene solución?
-Claro. Estoy segura.
-Vaya mierda de problema entonces.
-Vaya un jodido y sincero terapeuta.
Nos reímos.
Amortiguamos el primer envite.
Abrió la puerta con su aire de estar instalado en otro planeta. Una sonrisa sincera me acogió.
-Buenas tardes, Tacones.
-Doctor…
-Pase, pase… No se quede ahí. Está usted en su consulta.
-Ya… Gracias…
Esta vez la situación se desenvolvía sosegadamente; la sesión anterior permitiría una tregua en esta. O por lo menos yo lo esperaba así.
No debía sucumbir a pesar de escuchar de fondo, apenas audible, a un Tom Waits que musitaba su borrachera en solitario. Era necesario poner en marcha el proceso catalizador, pasar a una catarsis sin resortes.
-Bien, usted dirá.
-Claro, supongo que me toca a mí hablar…
-¿Qué le trae a mí consulta?
-Tengo un problema.
-Tiene usted un problema… Creo que yo también: ¿le importa que me tome un güisqui?
-No, le ayudará. A mí también. Dos hielos, por favor.
Algo de bebida siempre viene bien.
Se sentó sobre un taburete junto a mí, que yacía cuan bella durmiente del siglo XXI en el diván.
-Ese problema, ¿es grave? ¿Cree usted que tiene solución?
-Claro. Estoy segura.
-Vaya mierda de problema entonces.
-Vaya un jodido y sincero terapeuta.
Nos reímos.
Amortiguamos el primer envite.
Bien... Habían pasado cinco minutos, tal vez diez, y no nos habíamos tocado.
Le vi mirarme las piernas, que se perdían bajo mi falda discreta, sin ostentaciones, con su punto justo a media pierna.
-Acabo de mandar mi vida al carajo.
-Sabia decisión.
Bebió de su copa asintiendo.
Intenté por un momento centrarme en la exposición de acontecimientos.
Le vi mirarme las piernas, que se perdían bajo mi falda discreta, sin ostentaciones, con su punto justo a media pierna.
-Acabo de mandar mi vida al carajo.
-Sabia decisión.
Bebió de su copa asintiendo.
Intenté por un momento centrarme en la exposición de acontecimientos.
Me incorporé apoyando un brazo sobre el respaldo del diván y dejé caer la cabeza sobre mi mano.
-El caso es que acabo de romper con José Luís. También con Albert. He terminado de una vez por todas, con todos y cada uno de mis amantes. He dejado mi trabajo, mi piso y he dado en adopción a mi pajarraco chillón.
-Pobre, seguro que la echará de menos.
-De entre todos, el que más.
-¿Qué le ha llevado a tomar esa decisión?
Y la verdad es que no había un motivo explícito, ninguna motivación interna o externa que explicara por qué, de un mes para otro, me encontrase en una ciudad que no era la mía, a punto de retomar mi antiguo trabajo y sola.
Tal vez había llegado a ese punto sin retorno del “ahora o nunca”. A ese momento en el que dices que hasta aquí has llegado y que es necesario hacer otra cosa. Porque sabes que puedes hacerla y porque, lo que has estado haciendo te aburre.
Por una vez, desde hacía demasiados años, Tacones andaba sola. Casi había olvidado el placer del singular.
Resolví decirle tras resumir mi argumento mental:
-No hay motivos.
-Algo habrá Tacones. Nadie deja su vida en la cuerda floja y espera que esté igual a la vuelta. Nadie deja a su pareja, a su amante y los amantes por nada.
-Por nada no, pero, ¿qué me dice por todo?
-Eso sí… Todo, eso lo explica mejor… ¿De qué huye Malditos Tacones?
Huía de mí. Pero claro, eso ya lo sabía él desde antes incluso de ir a su consulta, no le daría ninguna información nueva.
En definitiva, estaba cansada de haber vivido.
Tras una vida tan singular como la que llevaba, sin nexos de unión duraderos, viviendo con un hombre que me atraía lo suficiente como para no compartir nada con él y amando a un caballero casado que se hallaba en trámites de divorcio por la que, se suponía, era la relación de su vida (conmigo, pobre Albert), veía necesario dar un giro de 180 grados.
Me asfixiaba pensar en Albert como mi futuro “todo”; A José Luís, despedirlo de casa desplazado por Albert y al resto de mis amantes tenerles como lo que siempre han sido: eso, accesorios colgados de la punta de mi tacón.
Enlazado a todo esto, además, un trabajo que me ataba de pies y manos; que me aturdía, me anulaba y me dejaba apenas sin horas en el día.
Nadie me iba a esperar al fin y al cabo al llegar a casa.
Tampoco nadie me iba a echar lo suficientemente de menos como para quedarme.
José Luís sabía que yo era así: que no había nacido para vivirle y que, haberse instalado en casa fue el principio del fin.
Albert se había enganchado, simplemente. Su mujer no le aportaba ya el efecto de novedad con el que yo jugaba con ventaja de ganadora. Pero para mí, la novedad dura lo que dura. Incluso si el amor se instala para joderla. Gana el pulso al sentimiento, esta cabeza mía que debió de haberse convertido en un gran y puñetero florero al nacer: solo así me habría casado y tendría un linda casa en la que colocar unos cuadros horteras que las visitas adorarían al entrar.
-¿Qué opinan de su decisión el resto de sus amantes?
-El resto no opinan porque no tienen por qué hacerlo. Ellos no cuentan.
-¿Qué va a hacer con tantos zapatos ahora? ¿Piensa montar un mercadillo?
Le miré desafiante: sabía que si lo hacía de nuevo, volvería a recolocar sus gafas y mesar su cabello mal peinado… Tal vez su corbata se descolocaría y necesitaría otro güisqui.
Fue así: primero colocó sus lentes, pasó su mano por el flequillo, ajustó la corbata y se levantó a por otra copa.
Me senté al filo del diván. Entreabrí las piernas y me quité los zapatos.
-Éstos, para empezar, se los regalo.
Los cogió por el tacón, haciendo balancear uno de ellos sobre su dedo índice. Esa señal inconsciente me perturbó por un momento: la sutileza de dejar pender los zapatos sobre un dedo me excitaba.
-¿Piensa irse descalza?
-Sí. Ya no los necesito. Éstos no. Son suyos.
Los dejó cuidadosamente a su lado. Los miró de soslayo, luego a mis piernas aún entreabiertas…
-Volvamos a lo que nos ocupa… ¿Dónde está el problema?
-Aquí.
-El caso es que acabo de romper con José Luís. También con Albert. He terminado de una vez por todas, con todos y cada uno de mis amantes. He dejado mi trabajo, mi piso y he dado en adopción a mi pajarraco chillón.
-Pobre, seguro que la echará de menos.
-De entre todos, el que más.
-¿Qué le ha llevado a tomar esa decisión?
Y la verdad es que no había un motivo explícito, ninguna motivación interna o externa que explicara por qué, de un mes para otro, me encontrase en una ciudad que no era la mía, a punto de retomar mi antiguo trabajo y sola.
Tal vez había llegado a ese punto sin retorno del “ahora o nunca”. A ese momento en el que dices que hasta aquí has llegado y que es necesario hacer otra cosa. Porque sabes que puedes hacerla y porque, lo que has estado haciendo te aburre.
Por una vez, desde hacía demasiados años, Tacones andaba sola. Casi había olvidado el placer del singular.
Resolví decirle tras resumir mi argumento mental:
-No hay motivos.
-Algo habrá Tacones. Nadie deja su vida en la cuerda floja y espera que esté igual a la vuelta. Nadie deja a su pareja, a su amante y los amantes por nada.
-Por nada no, pero, ¿qué me dice por todo?
-Eso sí… Todo, eso lo explica mejor… ¿De qué huye Malditos Tacones?
Huía de mí. Pero claro, eso ya lo sabía él desde antes incluso de ir a su consulta, no le daría ninguna información nueva.
En definitiva, estaba cansada de haber vivido.
Tras una vida tan singular como la que llevaba, sin nexos de unión duraderos, viviendo con un hombre que me atraía lo suficiente como para no compartir nada con él y amando a un caballero casado que se hallaba en trámites de divorcio por la que, se suponía, era la relación de su vida (conmigo, pobre Albert), veía necesario dar un giro de 180 grados.
Me asfixiaba pensar en Albert como mi futuro “todo”; A José Luís, despedirlo de casa desplazado por Albert y al resto de mis amantes tenerles como lo que siempre han sido: eso, accesorios colgados de la punta de mi tacón.
Enlazado a todo esto, además, un trabajo que me ataba de pies y manos; que me aturdía, me anulaba y me dejaba apenas sin horas en el día.
Nadie me iba a esperar al fin y al cabo al llegar a casa.
Tampoco nadie me iba a echar lo suficientemente de menos como para quedarme.
José Luís sabía que yo era así: que no había nacido para vivirle y que, haberse instalado en casa fue el principio del fin.
Albert se había enganchado, simplemente. Su mujer no le aportaba ya el efecto de novedad con el que yo jugaba con ventaja de ganadora. Pero para mí, la novedad dura lo que dura. Incluso si el amor se instala para joderla. Gana el pulso al sentimiento, esta cabeza mía que debió de haberse convertido en un gran y puñetero florero al nacer: solo así me habría casado y tendría un linda casa en la que colocar unos cuadros horteras que las visitas adorarían al entrar.
-¿Qué opinan de su decisión el resto de sus amantes?
-El resto no opinan porque no tienen por qué hacerlo. Ellos no cuentan.
-¿Qué va a hacer con tantos zapatos ahora? ¿Piensa montar un mercadillo?
Le miré desafiante: sabía que si lo hacía de nuevo, volvería a recolocar sus gafas y mesar su cabello mal peinado… Tal vez su corbata se descolocaría y necesitaría otro güisqui.
Fue así: primero colocó sus lentes, pasó su mano por el flequillo, ajustó la corbata y se levantó a por otra copa.
Me senté al filo del diván. Entreabrí las piernas y me quité los zapatos.
-Éstos, para empezar, se los regalo.
Los cogió por el tacón, haciendo balancear uno de ellos sobre su dedo índice. Esa señal inconsciente me perturbó por un momento: la sutileza de dejar pender los zapatos sobre un dedo me excitaba.
-¿Piensa irse descalza?
-Sí. Ya no los necesito. Éstos no. Son suyos.
Los dejó cuidadosamente a su lado. Los miró de soslayo, luego a mis piernas aún entreabiertas…
-Volvamos a lo que nos ocupa… ¿Dónde está el problema?
-Aquí.
22 comentarios:
Un josé luis y un albert por un terapeuta de dos palmos. No me parece mal cambio. Y además los divanes siempre son novedosos.
interesaante cambio de rumbo....
ansiosa espero la siguiente sesión.
Besos , tacones (?);)
Debe ser el mes... o el año, yo también mandé a tomar por culo mi pisazo, mi maridazo guapísimo, mis colgados que me adoran, y con una mano alante y otra detrás, me piré para siempre de mi anterior vida. Yo también fuí a consultas. Yo también sabía que huía de mi. Sólo era que necesitábamos reinventarnos porque tenemos demasiada cabeza para conformarnos con lo de inventarse una sola vez en la vida. Tía, tenemos los huevos mas grandes que muchos tíos, y total, el de la consulta te puede regalar sesiones gratix de terapia adecuada, y encima disfrutas como una loca. ENDEACUERDO quedo con todo. Y que no te llamen loca, porque los locos son los de ahí afuera, esos que siguen ese ritmo determinado que les marca la vida y que no se sublevan ante nada. Cada día merece una sublevación nueva, sino, la puta evolución no existe, y eso se lo dejamos a los de cerebro vacío, que a esos todo les vale. Compañera, estás en el buen camino, yo ya lo voy disfrutando. Por cierto, el miércoles tengo una cita de esas de las tuyas, pero yo no follaré, me pesa demasiado la educación recibida y el amor que le profeso a mi adorado. Pero me parece admirable tu manera de comerte la vida. Viscerales, que somos unas viscerales, coño.
Joder Tacones... descalzarse o desnudar su alma ante un terapeuta supone un paso valiente. Un punto de inflexión en su ajetreada vida. ¿Si la primera sesión fue un cataclismo psicológico, como calificar esta segunda?
Aguardo absolutamente en estado de nervios puntiagudos la próxima sesión. No sólo por la excitación que preveo, sino más bien por seguir descubriendo su alma y los caminos que ello le conducirá...
Un beso catártico en la punta de su tacón.
¿Huir de ti misma??? nooo ¡encontrarse! ¡qué liberación!
Sigamos con la terapia... esperamos impacientes las sesiones.
Besos singulares, tacones.
¡bien!
bueno señora Descalza ... cambios se avecinan ... interesante ...
confieso que cuando leí el anterior post pensé que estaba acudiendo a la consulta del Doctor Strangelove , pero o el se hace el sueco de maravilla o se trata efectivamente de un colega suyo ....
descalza es desnuda ...
un beso sin ropa y sin zapatillas
Dos cosas, la primera, huir de uno mismo es tan absurdo como inútil, por mucho que dejes atrás los tacones para ir más deprisa. Y la segunda, tu terapeuta no tendrá una hermana con divan propio, ¿verdad? es que con terapias así, joder!! ¿quien coño quiere pastillas?
No te bajes del tacón, mujer. Pase lo que pase no te bajes.
Besos
Hoy, 2 de octubre de 2006, zarpó de puerto desconocido una embarcación sin bandera que la identifique: SHANGRI-LA. DERIVAS Y FICCIONES APARTE.
Tcones, donde te metes? Preocupada quedo por ti, no escribes desde hace tiempo, y eso es lo que yo suelo hacer cuando estoy hecha mierda. Igual con tanta mudanza no tienes conexiones por ahí para contarnos como sigues. Cuídate mucho, y cómete la vida como hasta ahora, el tiempo te dará la razón, se que sólo con las ganas que gastas de merendarte el mundo irás en primera y sin pagar.
bss enormes, y cuídate,
MALEFICA
Que interesantes tus narraciones. Te has ganado un lector más.
Desnudar un pie de sus zapatos de tacón ante un desconocido es un juego valiente. Ya has dado el paso quizás más importante, el primero, ahora tienes que estar muy atenta.
Besos, Tacones.
¡Qué se yo!
Me alegra haberme pasado.
Un saludo.
No dejes de escribir con la punta de tu tacón, y más bien deja ese interés de fumar aunque te lo prohiban.
Es mi primera visita y me ha parecido muy bueno tu blog. Seguiré leyendote, seguro.
Un saludo
Mucho tiempo sin escribir. ¿Ya llevas zapato plano? Metemos tu blog con nosotros en el agua. Un saludo.
Muy divertido el blog.
Slds
Marcelo
ya no se escribe aquí?? :-)
Siga escribiendo. Aunque sea sobre usted, lo hace muy bien.
Me interesa
Unos tacones de punta como estiletes levantando enardecidamente un par de testiculos siempre seran mas que un fetiche un mito del erotismo.
Saludos
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